5/7/11

CAPÍTULO 10 "LA LUCHA DE LOS DARKBELLS".

Salía de la misma puerta por la que había entrado antes y se dirigía hacia mí, ya era normal, como yo después de verlo salir. Cuando estaba a una distancia aceptable me preguntó:
-¿Qué? ¿Qué tal te ha ido?
-Supongo que he tenido días mejores.-le dije un  poco resignada.
-¿Por qué? ¿Qué ha pasado?
-Digamos que a medias de algo muy importante el anciano se ha largado sin más y me ha dejado con varias incógnitas-dije un poco enfadada.
-¿Te ha dejado con incógnitas? A ti siempre te dejan con ellas ¿Por qué será?-dijo con una sonrisa dando a entender que siempre estaba llena de dudas.
-No empieces Yeray, te lo ruego.-dije empezando a enfadarme de nuevo con él.- Que el anciano diga cosas misteriosas no significa que la culpable de mis dudas sea yo, ¿no crees?
-A lo mejor intenta que las averigües al vuelo, pero como no se ha dado cuenta de que eres tonta se te van acumulando ¿no crees?-dijo riéndose con un tono irónico.
-¿Por qué siempre me atacas?-le pregunté un poco triste y enfadada a la vez.-Además, él se daría cuenta de que no las entiendo y me las pondría más fáciles ¿no crees? Lo que quiere es que piense y sepa actuar por mí misma, porque cuando luche contra Hiedra tengo que saber pensar bien y saber actuar también bien.-le dice muy decidida. A lo que se quedó callado. Al rato me dijo riéndose:
-A lo mejor no se da cuenta de que no lo entiendes.
-¿Quieres parar ya?
-Además, si sabes que lo hace para que actúes por ti misma y medites, ¿por qué te enfadas con él?
-Pues… porque no sé como averiguar mi otro poder y me gustaría que me ayudase un poco más…
-Pero debes hacerlo por ti misma. Cuando luches contra Hiedra te ayudaremos… pero tú debes ser quien la venza de una vez por todas. Debes pensar cuál debe ser su punto débil, actuar para esquivar sus ataques. Debes encontrar la solución a los problemas que se pongan por delante…
-Ya, entiendo…
-A no ser que no seas tan lista como parece…-dijo con una sonrisa sarcástica.
-Pensé que eras de otra manera… -le dije desilusionada.
De repente se puso serio.
-Supongo que es porque no me conoces.-dijo cabizbajo.
-Yo pienso que en el fondo eres un chico estupendo porque a veces me ayudas… pero casi siempre te metes conmigo ¿por qué?-le pregunté.
-A lo mejor es porque ese chico quiere darle un poco de ambiente al asunto e intenta que ella se ría porque le gusta su sonrisa, pero ella se lo toma a mal en vez de darse cuenta de que es una broma…
-Yeray…-le miré con ojos desconcertados.
-Si te ha molestado lo siento…-aún cabizbajo se dio media vuelta y se dirigió a la puerta de salida.
-Espera.-dije intentando hablar con él.
Entonces se dio la vuelta, pero no me miró a la cara.
-He sido una idiota y te agradezco que intentases darme ánimos en esta situación, pero entiende pero aún no soy consciente de la misma y no soy capaz de reírme ante nada…
Él no dijo nada. Simplemente se fue. Entonces fui tras él.
-Por favor no te enfades. Perdona si te he hablado mal, pero no estoy de humor últimamente. Con lo que me está pasando…-le dije.
-Con lo que nos está pasando.-dijo únicamente aún serio.
-Perdóname por favor…-dije intentando arreglar las cosas con el chico al que amaba.
-¡Jajaja! No puedo engañarte más…-dijo sonriente.-Era otra broma, no estoy enfadado, entiendo tu situación porque yo también la estoy viviendo e intento animarte.
-Me has engañado… ¡has fingido!-dije sin creérmelo yo misma con los ojos como  platos.
-Vaya… no te irás a enfadar ¿verdad? Sólo quería saber si en el fondo te importaba.-dijo más serio que antes.
No dije nada. Simplemente miraba al suelo.
-Y ya veo que sí.- sonrió.
Seguí sin decir nada, prefería callar a darle la razón. Se acercó a mi muy afectivo y me dijo:
-Vamos no te enfades…
Después me abrazó unos segundos, acto seguido nos miramos y vi como sus labios se acercaban lentamente  los míos. Nos fundimos en un beso. Sus labios eran suaves y dulces, me agarraba de la cintura como una muñeca de porcelana que no quería que se rompiera.
Después nos volvimos a mirar y nos sonreímos mutuamente.
-Será mejor que nos vayamos ya…-dije apartándome suavemente de sus brazos.
-Sí. Por hoy suficiente.-formuló con una sonrisa en su rostro.-Por cierto… no me has dicho que poderes tienes.
Comenzamos a caminar hacia la puerta.
-Sólo sé uno. El otro quiere que lo averigüe el anciano.
-Por eso lo que me has comentado antes de las incógnitas ¿no?
 -Sí. Pero no empieces…-dije seriamente.
-Tranquila, no lo pensaba hacer.-dijo con su maravillosa sonrisa dibujada en su cara.- Ya que me has perdonado el engaño no voy a estropear las cosas.
Le dediqué una sonrisa que afirmaba que lo había perdonado.
-¿Y cuál es el otro poder que sí sabes?-preguntó muy curioso.
-¡Tengo el poder del agua!-dije muy contenta.
Yeray se quedó asombrado.
-Vaya, ¡qué bien! Tienes uno de los cuatro elementos.
-Y tú dos de los cuatro, así que no te asombres.-le dije riendo.
Él también se rió después, justo cuando salíamos por la puerta.
-¿Tú qué has estado haciendo mientras tanto?
-Perfeccionar el poder del viento.
-¿El de la tierra no?
-No, ese mañana.-me dijo dulcemente mientras sostenía una sonrisa en la que no se le veían los dientes. Es curioso porque a veces sonreía todo el rato y hablaba con dulzura y otras me gastaba bromas. Pero al fin y al cabo todas esas cosas eran buenas.
Fuimos a la casa del Sr Twilton y nos despedimos de él y de su mujer con un “hasta mañana” cariñoso. Odiaba que me dejase con incógnitas pero a fin de cuentas era un gran hombre y lo hacía por mi bien. Y su mujer era muy afectuosa con nosotros, siempre nos ofrecía pastelitos y una taza de té. Nos tenía mucho aprecio.
Después atravesamos la luz y aparecimos en el tercer piso, enfrente de la gran ventana. Miré la hora y era más o menos la misma que cuando no habíamos ido por ella.
Salimos del instituto y me dijo:
-¿Quieres que te acompañe a tu academia?
-No hace falta, está aquí al lado, pero gracias.-le dije sonriente.
-De acuerdo. Pues hasta mañana.
-¡Hasta mañana!
Cada uno se fue por su lado. Solo llegué cinco minutos tarde a la academia y la profesora ni siquiera había llegado, así que todo salió bien. Aún así, si hubiese llegado un poco más tarde, no me hubiese dicho nada, ella era muy buena. Tenía el pelo castaño, largo y ondulado. Los ojos marrones claros y un tono de piel un poco blanco.
Las clases se desarrollaron con normalidad; después me fui a casa y estudié hasta las ocho y media de Ciencias Sociales, cené, vi un poco la televisión y me acosté. Me quedé pensando qué otro poder podía tener y cómo debía averiguarlo, hasta que del cansancio me dormí por fin.

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