9/7/11

Hay cosas que no hace falta verlas para sentirlas.

Aquella noche todo parecía haberse esfumado, las estrellas anunciaban el comienzo de una nueva historia que quedaría grabada en mi memoria y mis piernas empezaban a flojear. Me encontraba en el balcón del apartamento, apoyada en la barandilla que impedía que cayera. El aire fresco luchaba contra cualquier obstáculo que estuviera en su camino. Mis piernas eran el obstáculo menos protegido de mi cuerpo contra sus fuertes impulsos. Llevaba un pantalón por la rodilla, una camiseta blanca de tirantes y encima una chaqueta fina roja. Las converse rosas me proporcionaban seguridad y estabilidad allí arriba, en un décimo piso. Sumergida en aquel ambiente, contemplaba asombrada las maravillosas vistas. Numerosas estrellas, todas ellas ocupaban casi por completo el enorme cielo, como si ese día hubiera una reunión estelar o algo por el estilo. Como si precisamente en ese momento ese paisaje me hiciera pensar que todo es posible. Que lo malo pasa, y lo bueno también. Pero mientras que siempre te quede algo bueno a lo que agarrarte, no todo está perdido. Entonces sonreí, divisé un ave que volaba en aquel precioso y mágico cielo y contemplé también su perfecto vuelo. Las aves son libres, vuelan cuando quieren, son muy independientes, por ello saben cuidarse solas, no tienen tantas obligaciones, para ellas no existe el dinero, no hace falta tenerlo para alimentar una familia. Pero las desventajas es que se independizan demasiado pronto y seguramente la mayoría no vuelva a ver a sus familiares. Que en cualquier momento otra ave mayor u animal carnívoro se la puede llevar a la boca. Entonces sí que su libertad habría acabado. A los seres humanos no nos pasa eso. En nuestro mundo todo se consigue con esfuerzo, algo justo, aunque las aves y cualquier animal también realizan sus esfuerzos. Tenemos siempre a personas que estarán ahí pase lo que pase. Nos independizaremos cuando tengamos que hacerlo. Y no habrá ningún animal que nos devore. Lo que no quita que haya personas que parezcan animales.
Pero detrás de todo aquello hay algo por lo que luchar, un por qué de vivir.
Cuando los ojos de la muchacha vieron entre todo aquel cielo la luna, pensó: Hay cosas más difíciles que tocar la luna, pero no por ello imposibles.
Complacida por aquella noche, por aquellas vistas, se metió en su apartamento, se puso el pijama y apagó las luces. Parecía una noche más, como todas, en las que tienes que descansar. Pero esa vez fue diferente... no sólo descansó y se relajó de cualquier estrés durmiendo, sino viendo. Aunque si hubiera cerrado los ojos estando en el balcón seguramente hubiera sentido el mágico ambiente que la rodeaba. Porque hay cosas que no hace falta verlas para sentirlas.



5 comentarios:

  1. Me encanta tu blogggg! es genial, en serio :)
    te sigo, por supuesto!!!
    P.data: pásate por el mio si tienes algo de tiempo: http://aitanita-estelles.blogspot.com/
    mil besos guapa!(K)

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  2. Qué bonito. No me había dado cuenta de que habías subido esta entrada. Y me gusta la especie de moraleja que conlleva.
    Besos y destellos brillantes en el cielo azul.

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  3. Me alegro mucho de que te guste Andrea :)
    ¡Besos!

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  4. hola,somos dos chicas y nos encanta tu blog!!*_*
    te seguimos! sus mensajes son preciosos! somos nuevas en esto, pásate por el nuestro si tienes algo de tiempo:)

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