5. Cartas a mi nombre [Lía] Segunda parte.

Crucé por fin el verde parque y encontré un escalón en el que sentarme y donde la lluvia no rozaba mi cuerpo. Me incliné ligeramente y entrelacé mis manos pensativa. Me encontraba en una ciudad desconocida y sin un lugar fijo en el que guarecerme. ¿Debía volver al apartamento de Jake? Sí, pero cuando cesara de llover. No me gustaría llegar hasta allí y, si no estaba, quedarme fuera calándome. Si hubiera sabido que acabaría así me hubiera quedado dentro del edificio, pero para cuando empezó a llover la puerta ya estaba cerrada.

Media hora después me levanté evitando no caerme por lo tacones y me dirigí de nuevo a su casa. Había dejado de llover y ahora mi única preocupación era si sabría volver. 

Realicé el mismo recorrido de antes solo que al contrario y me guié por mi intuición. Aunque más bien, por mi memoria.

Llegué a un parque, otro distinto al otro, y ese lugar no formaba parte de mi recorrido. Me había perdido. Pedí un taxi y le dije que me llevara al hotel más cercano y barato. Ya era muy tarde y no un buen momento para una visita, o eso creía.

No era nada del otro mundo, en un dos estrellas poco te iban a ofrecer y poco tenías que pagar, inclusive si era una noche. Me di una ducha caliente y me acosté temprano, quería levantarme con energías. Como el día siguiente sería sábado me venía estupendo para visitarle. Él no trabajaba los fines de semana, por lo menos en la oficina, así que lo más probable era que estuviese en su apartamento. Puse el despertador de mi móvil a las ocho y dejé que el entusiasmo se apoderara de mí y me durmiera poco a poco. Total, el día no es que se me hubiera dado muy bien...

Sentí que ya me había despertado y abrí los ojos lentamente. Miré la hora en mi móvil y... 

-¡Oh, no! ¡Las diez y veinticinco!-me levanté como una exhalación y me vestí rápidamente. Se me había olvidado activar la alarma, por eso no había sonado. Cogí mi bolso y todas las pertenencias que dentro llevaba y salí apresurada del hotel despidiéndome con un "buenos días" y los pies llevándome hasta la calzada, donde pedí a gritos un taxi. Un coche pasó a toda velocidad y, con lodazales aún en el asfalto, me empapó de la cabeza a los pies.Cuando un taxi paró por fin, le dije la dirección mientras que me metía en el vehículo, y pisó el acelerador. A los quince minutos me dejó en la puerta del edificio y le cobré lo correspondiente. Estaba emocionada y a la vez nerviosa. Me acerqué al portal dispuesta a tocar el botón del piso cuando un hombre abrió la puerta desde dentro.

-¿Quiere pasar?-me ofreció. Subí los pocos escalones y entré mientras el señor sostenía una agradable sonrisa y salía después de mí a la calle. Suerte que no se rió de mi aspecto, debía de ser vergonzoso.

-Hasta luego.-dijo. Le respondí de igual forma, amablemente.

Al llegar a su puerta me lo pensé antes de hacerlo, pero toqué decidida. Hasta tres toques di a la misma con el puño. Entonces por fin alguien abrió la puerta, era él. Su gesto de sorpresa hizo que se me dibujara una sonrisa. Quizás no tenía el mejor aspecto, pero estaba segura de que había venido en muy buen momento.