9/10/11

Capítulo 12 "Gotas de lluvia".

Nunca pude saberlo, bueno, nunca no.
Aunque he de decir que mi historia con Sergio, el chico que conocí en Cullera y que era de mi misma edad, también fue muy intensa.
Todo comenzó la mañana del martes de esa misma semana, Semana Santa.Volvíamos de la playa cargados hasta las orejas. Le tocamos al botón del ascensor y subimos hasta nuestro piso. Al abrirse la puerta del mismo, salí y, sin ver absolutamente nada porque tenía la sombrilla en la cara, me choqué con él y se me cayeron varias cosas al suelo. Pasé mucha vergüenza, ocurrió delante de mis padres. Pero el muchacho me sonrió y me tranquilizó con un “No pasa nada, esto le pasa a cualquiera” y ayudándome con las cosas que habían caído. Bueno… en eso discrepaba. Las cosas que me pasaran a mí no les pasaban a nadie, de eso estaba segura. Porque cada uno tiene su vida y su forma de ser y, por lo tanto, vive de diferente modo. Reconozco que era de las que viven con torpeza, por lo menos en el momento en que fui una adolescente.
Después de aquello me lo volví a encontrar cuando bajé a la piscina del hotel. Me metí sin darme cuenta de su presencia. Fue con un “hola” que sonó a mis espaldas y me asustó con lo que supe que estaba allí. Solía pasar coincidir con la misma persona en el sitio que menos te esperabas. Nos alojábamos en el mismo hotel, pero aun así me sorprendía de estas coincidencias. Llegó un momento de mi vida en que dejé de asombrarme. Aunque para ello tuvieron que pasar muchas cosas…
Entablamos una agradable conversación mientras nos bañábamos. Me dijo de tomar algo esa tarde y acepté. Fuimos a una pizzería y, con el dinero que nos habían dado nuestros padres, cenamos. Parecía raro que tus padres te dieran dinero para salir a cenar con un chico que acababas de conocer. Pero resultaba que sus padres y los míos se conocían de antes, y me dijeron que él y yo habíamos estado jugando muchas veces de pequeños. Pero como no tengo muy buena memoria de cuando tenía dos o tres años, no lo supe reconocer. Cualquiera lo hace después de casi trece años. Mientras tanto ellos se fueron a tomar un café.
Cenamos dos pizzas familiares enteras y hablamos un rato. Él también era de donde yo, y en párvulos fuimos dos años al mismo colegio y a la misma clase. De eso se conocían nuestros padres y, evidentemente, nosotros. Pero después se mudó y se cambió de colegio, en la otra punta de donde yo vivía, por eso ya no coincidimos más, aunque era extraño en trece años no haber concurrido ni una sola vez...
Cuando volvimos del viaje quedé varias veces con él.

-¿Quieres... que tengamos algo más?-me preguntó un día mientras caminábamos por la calle. Se le notaba presionado, aunque no tenía por qué estarlo.
-Podemos intentarlo.-le dije. Aunque no estaba segura de ello. Sergio era un chico genial, pero no como Nicolás. No sé por qué pero tenía algo que me llenaba y no era capaz de sacármelo de la cabeza. 
Hice muchas cosas divertidas con Sergio, como caerme de los columpios en un parquecillo, jugar al Sing It, irnos de vacaciones con nuestros padres días de fiesta y echarnos agua mutuamente en el mar, pasear por la playa, casi caernos por el balcón del hotel cuando estábamos haciendo el tonto… Sí, fue una experiencia formidable. Pero supe que no lo quería como pareja, sino como amigo. Así que se lo dije el último día que estuvimos de vacaciones. Se encerró en la habitación del hotel y no quiso salir. A sus padres les dijo que se durmió con la música puesta y que no escuchó los golpes dados a ésta. Nuestros padres nunca supieron lo que fuimos.
Ya no volvimos a quedar. Cuando nos juntábamos era porque nuestros padres se reunían en alguna cafetería y nos obligaban a venir. Y casi ni nos mirábamos, tan sólo nos saludábamos y despedíamos. Incluso mis padres y los suyos lo notaron.

-¿Qué ocurre con Sergio? Ya casi no habláis.-me preguntó un día mi madre cuando llegamos a casa después de estar con ellos.
-Eso me pregunto yo. Ya no os lleváis tan bien como antes.-comentó mi padre.
-No… lo que pasa es que cada uno está en lo suyo y hay veces en las que no hay tiempo para quedar.-una excusa pésima. Pero en tres segundos no se me había ocurrido otra cosa mejor. De acuerdo, hace nada nos habíamos reunido, pero creo que en eso no cayeron mis padres, o se hicieron los tontos y no pidieron más explicaciones.

Ya quedaba poco para las vacaciones de verano, el tiempo se había pasado de forma vertiginosa. Y con ello, acabé el Bachiller y me matriculé en la facultad de Medicina y Odontología de Valencia. Mis padres y yo dudábamos al principio entre varias, pero nos pusimos de acuerdo.
Y cómo no, allí también viví mi pequeña historia de amor. Pero antes de nada, queda contar un poco de ese verano, que también estuvo lleno de sorpresas y emociones.

2 comentarios:

  1. Que lindo :) Me gustó mucho. Me hiso acordar a mi amor de verano... No ocurrio nada que ver igual, jaj.. Pero me hiciste recordar momentos lindos (y feos tambien)
    un beso! Y espero con ansias los otros capitulos ja!

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  2. Gracias, So :) Bueno, al menos recordaste también momentos buenos ^^
    Besos :D

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