11/10/11

Designio de seguir el camino ideal. [Segunda parte].

Mientras sonaba la canción: Save the world tonight, de swedish house mafia, noté que alguien me tocó ligeramente el hombro. Me giré y me sorprendí al ver al muchacho me que había estado observando. Nos miramos fijamente a los ojos y noté anhelo, un anhelo familiar… Entonces la canción acabó y empezó una de Bruno Mars, titulada: rest of my life. Me tendió la mano ofreciéndome bailar y no sé por qué motivo acepté. Nuestros dedos se entrelazaron y me agarró de la cintura con la otra mano mientras la que yo tenía libre se apoyaba en su hombro. Bailamos lentamente, pero de manera intensa. No dejamos de mirarnos a los ojos, pues era lo más claro que en aquellos momentos mostraba nuestro rostro. Parecía que nos complaciéramos el uno al otro. Cuando estuvo a punto de acabar, se aceró más a mí sin soltar mi cintura para que no me echara atrás y me besó. El besó cesó cuando finalmente la canción lo hizo. Fue algo extraño, pero perfecto. Como si todo hubiera estado planeado. Sonar aquella canción, invitarme a bailar, besarnos cuando ésta acabó. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, pero no fue para nada molesto. Entonces hizo ademán de marcharse, pero no del lugar, sino de mi lado. Me besó la mejilla y sonrió. Cuando aquella sonrisa apareció en su expresión me heló la sangre. No podía ser… esa sonrisa la conocía, al igual que esos ojos marrones como el chocolate. Mi cara cambió completamente de expresión y, a pesar de que él se dio cuenta, siguió sonriendo mientras se alejaba y se juntaba de nuevo con sus amigos. Con algo de disimulo, contemplé la escena que venía a continuación. Uno de aquellos muchachos miró de un lado a otro para comprobar que nadie los observaba, excepto yo, pero no se dio cuenta entre tanta gente. Después, se quitó la máscara y pude reconocer a uno de los amigos del muchacho del instituto, aquel que me planteé no mirar más, olvidarlo completamente. Otro escalofrío me recorrió el cuerpo, esta vez sí fue molesto pues fue causado por un pensamiento que prefería quitarme de la cabeza. Era él… el muchacho de ojos marrones, del cual me sonaba su sonrisa. El chico del instituto, Orlando. Una chispa de fuego pasó por mis nervios. ¿Cómo se atrevía a besarme como un enmascarado y no dar la cara? ¿Por qué ahora, cuando ya tenía aquel propósito después de reírse de mí? Tras tanto tiempo sin dar la cara, me dolía que fuera de aquella manera. Después de que su amigo se pasara la mano por su pelo moreno y se colocara la máscara de nuevo, me acerqué a ellos lentamente haciéndome hueco entre la multitud que me apretujaba. Cuando llegué, todos me miraron algo confusos pero extrañamente contentos. Yo seguramente no tenía cara de muchos amigos. Cuando sus ojos se cruzaron con los míos los mantuve fijamente clavados en sus pupilas. Me quité la máscara poniendo al descubierto un rostro bastante familiar para ellos, aunque a oídos míos siempre negaran de mi existencia. Él abrió un poco los ojos por la sorpresa, pues no se esperaba aquello ya que no sabía de mis intenciones. Después, posé mi mano en su máscara, al principio me agarró suavemente la mano y la apartó. Pero lo hice de nuevo y esta vez no me lo impidió. Se la quité lentamente mientras sus amigos y otras personas de derredor nos contemplaban, aunque me daba exactamente igual. Cuando dejé también la suya al descubierto de ojos ajenos, nos miramos durante unos instantes. Durante toda aquella escena sonada la canción de Again, también de Bruno Mars, uno de mis cantantes favoritos. En el momento en que mantuvimos la mirada sin ninguna máscara, pude identificar la frase: Believe that for you I’ll do it all over again. Traducida como: Creo que por ti haré todo otra vez. Pero en mi situación ni siquiera dudaría, o procuraría no intentarlo ya que no haría todo otra vez por él. Le miré decepcionada y le devolví la máscara bruscamente a sus manos. Hice paso entre la gente que en ese momento no prestaba atención ni al baile ni a la música, sólo a nosotros. Durante el trayecto hasta la puerta crucé una rápida mirada con Olivia, la cual había presenciado también la situación. Parecía triste, sin saber qué decirme, pero no me debía decir nada, y tampoco quise dejarle tiempo, pues avanzaba lo más rápido posible para salir de allí cuanto antes. No sé por qué, sentía que estaba ruborizada. No debía avergonzarme de nada que hubiera hecho dentro de aquella pista de baile ni nada que hice en su momento por intentar intercambiar una palabra con él.
Cuando por fin alcancé la puerta y salí por ella me sentí liberada. Me senté en el suelo, al lado de la misma y hundí mi rostro entre las rodillas, cubiertas de unas medias marrones, aún con mi máscara sostenida en una de mis manos, y después oí unos pasos cercanos. Elevé mi cabeza y la giré hacia mi derecha. Primero vi unos zapatos negros, luego fui subiendo la mirada para reconocer una chaqueta azul marino y el rostro inexpresivo de Orlando. Se acercó y se agachó en frente mía.
-¿Qué ocurre?
-Que tus besos ya no sirven para curar el daño que me causaste.-ni siquiera le mantenía la mirada.
¿Por qué?-se limitó a preguntar.
-Porque aprendí que no valía la pena perder un segundo más pensando en ti.
-Ahora estamos juntos, Lucía. Podemos empezar.
-Ni siquiera mostrabas señas de conocerme y en realidad sabes mi nombre… Estaba en lo cierto, algo pasaba.
-Perdóname si te hice daño.
-Una palabra no va a reparar el daño causado. Sólo queda seguir adelante.-entrecrucé mis dedos entre sí y elevé la mirada para divisar su rostro desesperado. Hizo ademán de acariciar una de mis mejillas, pero lo evité con una de mis manos y me levanté. Bajé apresurada las escaleras sabiendo que él iba tras de mí y salí por la puerta del instituto. Hacía fresco, guardé la máscara en mi bolso negro y me abrigué con mis manos. Al segundo, él apareció en escena y me agarró una de las manos haciendo que me volviera.
-¿Por qué?-le miré a los ojos. Confusión era lo único que veía a parte de melancolía, tristeza… Lo sentía por él, de verdad, pero si empezaba algo con Orlando para mí era como andar hacia atrás y no avanzar en el camino que me esperaba. Ahora le tocaba aprender a él que no todo salía como lo planeado y que el dicho: Más vale tarde que nunca, no siempre era verdad.
-Si estoy contigo siento que volveré a caer en la tristeza y es un error que no quiero cometer, ahora supongo que podrás ponerte en mi lugar, en el lugar en que he estado estos meses, demasiados meses. Parecía que tú no estabas en el misma situación que yo, pero lo que ocurrió es que no te inmutaste en mostrarlo lo suficiente como para que yo lo supiese. Lo siento, pero ya es tarde. Adiós.-me solté de su mano y me volví a abrigar a pesar de que ahora ya no tenía casi frío. Los tacones de mis zapatos sonorizaban la calle, pero seguí andando y mirando hacia delante con la decisión más sincera. Cada vez que miraba a aquel muchacho hacia que mirara al pasado. Lo que quería vivir era el presente sin mirar éste último. Sólo recordar lo que me hizo sonreír. Simplemente el presente y posibilidades futuras, que consideraba trascendental en la vida.
Desde entonces, Orlando no me pronunció palabra ni yo lo deseaba. Acabé el bachiller y ya no supo más de mí ni yo de él.
Porque cuando algo llega demasiado tarde, no siempre hay que decirle hola.






4 comentarios:

  1. Jó, qué triste y bonito a la vez. Entiendo a Lucía... es normal que después de tanto esperar se sienta así. O bien él tenía que haber hecho algo por mostrarle a ella lo que sentía, o que Lucía se lanzara... Ha sido un final inesperado, pero correcto ;)
    Me ha encantado el relato. Espero más como este jaja ^^
    Besos con sueños hechos realidad.

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  2. Buah Nuria me encanta.
    Pero me da muchísima penaa :(

    -Es increible como escribes *.*
    Cuando publiques avisame!!!!!!!

    Un abrazo!!

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  3. ¡Me alegro! ^^
    Bueno, tal vez este final no sea malo :) Depende de por donde se mire.

    No creo que sea para tanto :$
    Vale :)
    Besos.

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