27/11/11

Capítulo 15 "Gotas de lluvia"

Cuando el despertador exteriorizó su sonido al ambiente de mi habitación, me incorporé rápidamente para apagarlo y salté de la cama. “Hoy es el día”, pensé.
Cuando ya estaba arreglada desayuné, me lavé los dientes y cogí la maleta al tiempo que me ponía una diadema negra para sujetarme mejor el pelo.

Llegué a la estación de tren acompañada de mi madre y  mi padre.
-Que tengas suerte.-formuló mi padre mientras me abrazaba. Mi madre, con la mano en el pecho me dio un beso en la frente.
-Estudia.-dijo. Ambas reímos.
-Lo haré.

Era nueva en la universidad, y el primer año a principio de curso, otros de cursos superiores se dedicaban a gastar bromas, la mayoría pesadas. Una forma extraña de darte la bienvenida.
Decidí tener habitación compartida, y me tocó con una chica llama Alicia. Las primeras clases eran un tanto extrañas. Apenas acababa de salir del instituto y se me hacía raro ver que mi vida iba tendiendo su forma y adquiriendo su sentido.
Uno de los primeros días, en el comedor, unos chicos muy simpáticos me tiraron espagueti a la cabeza. Me llenaron y mancharon el pelo y la ropa de ello. Y esa era una de las bromas menos pesadas que podían hacerte. Intentabas salir por la puerta grande mientras la gente reía, y subías a tu habitación para darte una ducha.
Otro día nos lanzaron a unos chicos y a mí huevos a la cabeza mientras se reían a carcajadas, y la gente de derredor cuchicheaba mientras sonreían divertidos. Resignado, tenías que seguir andando como si nada hubiera pasado y subir en seguida a la habitación para no pasearte por ahí con el pelo pegajoso.
Alicia me decía que tan sólo sería una semana, que tuviéramos paciencia. Aunque se vio cómo ella casi la pierde una vez. Cuando paseábamos por un pequeño patio del centro nos lanzaron globos desde pisos superiores. Sin embargo, no eran globos de agua, sino una mezcla de diferentes comidas líquidas, seguramente procedentes de las sobras de la universidad.
Y así sucesivamente durante toda una semana. Te tocaban a la puerta y tenías que abrirles... Y cuando lo hacías, te tiraban kétchup u otras cosas que preferías desconocer.
A mi compañera le hicieron tirar de una cuerda para una “representación”. Primero le cayó agua, para después llenarse de plumas. La pobre salió hecha una paloma. Le había resultado extraño aquello de la representación, pero lo hizo con intención de ayudar sin saber las consecuencias.
Uno de los últimos días en que nos gastaron bromas salí del aula completamente nerviosa, buscando unos apuntes que hacía un momento había dejado en mi pupitre. Era última hora y los pasillos estaban revolucionados. Entonces pasé por al lado de unos chicos, y no pudieron evitar reírse.
-¿Qué os hace tanta gracia?-dije con una mueca.
-Esto.-me enseñaron los mis apuntes. Si eso se podía llamar apuntes, pues estaban manchados.
Me los tendió y los agarré bruscamente, malhumorada. Cuál fue mi sorpresa al identificar aquel olor. Era excremento, probablemente de perro. ¿Cómo podían haber hecho eso con mis apuntes? Incluso ellos mismos recibirían de su broma tocando aquello.
Entonces apareció él, por detrás de ellos. Les cogió por los hombros, algo amistoso.
-¿No creéis que os habéis pasado con la chica?-los dos muchachos que me habían gastado la broma rieron y siguieron caminando. El se aproximó hacía mí al tiempo que sostenía una media sonrisa.
-Deberías lavarte las manos, te acompaño hasta tu habitación, no me fio.- me dijo. Cuando oí esas palabras y noté que me cogía del hombro, me puse roja.
Al llegar abrí la puerta y se despidió con la mano como si nada. Cuando la cerré me dejé caer al suelo con la espalda resbalando por la misma. Aún estaba confusa con lo que acababa de pasarme. Ahora tenía aquellos ojos verdes en mi cabeza. Su pelo negro rizado, no muy largo, hacia que parecía mucho más joven de lo que era.

A la comida del día siguiente me senté junto a Alicia y otro chico, Mateo, que conocimos durante la guerra de globos.
Cuando Cayetano me vio, dejó de comer y se quedó observando. En aquellos momentos Mateo estaba haciendo el tonto y yo me reía con él. Cogió su bandeja y se sentó en nuestra mesa.
-¡Hola!-dijo mientras me miraba.
-Hola. Qué sorpresa.- manifesté, aunque no puse demasiado énfasis.
-Eres nueva, ¿verdad?-me preguntó.
-Sí.
-No eres muy habladora.
-Depende.
-¿De qué depende?
-De según como se mire todo depende.-dije musicalmente. En realidad tenía pensado decirle que no soy muy habladora con personas que apenas conozco, pero pensé que esto quizás animaría el ambiente. Alicia y Mateo estaban muy callados, comían mientras analizaban la situación. Incluso creo que estaban un poco incómodos con Cayetano presente. Éste rio al oírme cantar esa frase.
-He decir que me has sorprendido.-me sonrió muy amablemente.- ¿Puedo saber tu nombre?
-Diana.-le dije con una leve sonrisa. Había dudado unos segundos en si decírselo o no.
-¿Te apetecería ir esta tarde a tomar algo conmigo? Me conozco Valencia como la palma de mi mano.
-No gracias, tengo que estudiar. Y digamos que mis experiencias amorosas me limitan un poco el salir con chicos que apenas conozco.-le dije mientras jugaba con el espagueti de mi plato.
-Así nos conocemos, ¿no?- “¿No? ¿No? ¿No?” Esas palabras resonaron en mi cabeza como olas rompen en los acantilados. Eso ya me sonaba de haberlo oído antes. Entonces en mi cabeza apareció la imagen de Nicolás el día en que nos conocimos. Fue algo muy similar a las primeras palabras de Nicolás hacia mí. “Creí que lo había olvidado”, pensé dolorida. Me levanté de la mesa y me dirigí a mi habitación, ya no tenía hambre.
Me lancé a mi cama bocabajo y unas pocas lágrimas empezaron a escaparse de mis ojos. Entonces recordé a Julia, a la cual no iba a ver hasta vacaciones de Navidad; a Carol y a Estefanía. Mis amigas, las que siempre habían estado ahí, en lo bueno y en lo malo. Julia quería ser enfermera y ahora estaba en la Universidad de Medicina de Madrid. No sé por qué, pero sus padres prefirieron que se fuera allí que aquí, en Valencia. De vez en cuando me llamaba por teléfono, pero para no gastar mucho hablábamos cinco minutos, a veces menos.
Minutos después llamaron a la puerta.
-Diana, ¿estás bien?-oí la voz de Cayetano.- Aquí fuera tienes a unos amigos preocupados.- me limpié un poco los ojos, ya que apenas los tenía mojados de las lágrimas, y abrí la puerta.
-Hola chicos, estoy bien.-les dije mostrando una sonrisa, ligeramente forzada. Pero me sorprendí al ver que únicamente estaba Cayetano.
-¿Y Alicia y Mateo?-pregunté mirando para ambos lados del pasillo.
-Iban a subir, pero les he dicho que te dejaran tranquila.-me sonrió mientras apoyaba su mano en el marco de la puerta.
-Y has aprovechado y has subido tú…-dije negando con la cabeza.-Vete.-murmuré mientras cerraba la puerta. Él me lo impidió apoyando un pie.
-Déjame que te invite a algo, por favor.-dijo con voz lastimada.
-VETE.-grité claramente. Entonces apartó el pie y la puerta se cerró de golpe. Me giré rápidamente para volver a acomodarme en la cama, pero surgió un pequeño mareo y caí.

4 comentarios:

  1. En serio, lo de las novatadas me parece la tontería más grande del mundo. ¿Cómo se pueden divertir haciéndoselo pasar mal a otros? En fin... Pobre Diana. Por cierto, creo que debería de ser más abierta con Cayetano. Parece un tío majo ;)
    Besos.

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  2. Sí... pues algún día nos tocará a nosotras xD
    Bueno, dejemos que el tiempo lo diga todo.
    Gracias por comentar :) Besos.

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  3. Me alegra volver a tenerte por aquí.
    Como dice Andrea, las novatadas son una enorme tontería. La gente puede llegar a sufrir mucho con eso...
    En fin, me ha gustado mucho el capítulo. (Me encanta la historia)

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  4. ¡Hola, Ana! :) Me alegro de que te guste la historia :D Espero que siga siendo así :)
    ¡Besos!

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