13/8/12

Especial: Capítulo 7. Impotencia (parte 2)

La sorpresa en los ojos de ese hombre no le hizo volver sobre sus pasos. Su mirada se clavaba en la de Giselle, mientras ella negaba lentamente con la cabeza. Con humedad bajo sus resplandecientes ojos, se giró en dirección a su padre, el cual observaba a uno y a otro constantemente.
—¿Qué es esto Giselle? ¿Es cierto lo que dice? —le preguntó atónito, usando su tono de voz normal, mientras señalaba con un dedo al chico que estaba cerca de ellos.
Giselle descendió la cabeza y su vista acabó en el suelo, no muy segura de lo que iba a decir.
—Sí —pronunció con un hilo de voz. Después elevó el rostro, a punto de caer una lágrima, mientras irises y pupilas formaban el fuego de la decisión—. Sí, es cierto. Y le quiero —sentenció con una firmeza extraña de ver en ella.
El hombre no podía creerse lo que oía. ¿Quererle? Su mirada entonces atravesó la de Niall, que por el momento permanecía impasible.
—¿La quieres? —le preguntó al muchacho con expresión y tono de aversión. Por el momento aquel chico no le gustaba nada. Su hija solía cumplir las normas que le imponían, siempre por un bien, y él había causado que ella se aprovechara del margen que se le había dado últimamente para salir juntos.
Niall vaciló unos instantes, pero no porque no estuviera seguro de lo que iba a decir, sino por el hecho de que el padre de Giselle le mirara de aquel modo. Sólo esperaba que no tuviera armas en su casa, porque si no sería de los primeros en estrenar su puntería, si no el primero.
—Sí.
—¿No te he visto muy convencido, muchacho? —Ladeó ligeramente la cabeza a un lado y esbozó una media sonrisa de satisfacción.
—Estoy muy seguro. Usted no puede saber lo que siento o dejo se sentir.
—No te apresures, joven, no estás hablando con tu padre…
—No, de hecho si lo hiciera no le llamaría por usted.
—¿Me tomas el pelo? No eres lo que mi hija necesita.
—De hecho, papá, es todo cuanto necesito —intervino Giselle—. Pero tú no lo entiendes. —En su faz se dibujaba una tenue mueca de pesadumbre.
El hombre no daba crédito a lo que escuchaba. ¿Su hija enamorada de aquel inmaduro e irrespetuoso chico? No podía ser verdad, Giselle estaba muy confundida.
—Giselle, cariño, creo no sabes lo que…
—Sé exactamente lo que digo y lo que siento. Sé lo que hago. Podréis protegerme cuanto queráis, pero ya no soy una niña. Tengo veintidós años —sentenció indignada.
—¿Y él? —preguntó mirando de reojo a Niall.
—Veinticinco, señor —contestó el propio chico.
El hombre no dijo nada. Seguía manteniendo esa mueca de desagrado, y miraba a uno y a otro despacio.
—¿Ocurre algo, Robert? ¿Todavía no habéis entrado en casa? Vais a coger una pulmonía —dijo una voz dentro de la casa. Una mujer castaña apareció tras el hombre y giró su cabeza hacia un lado para enterarse de lo que acontecía fuera.
—¿Quién es ese joven? —pronunció amablemente la mujer.
—Elina, no pasa nada, quédate dentro.
—¿Cómo que no pasa nada? —Se hizo hueco entre el marco de la puerta y su marido y salió afuera mientras contemplaba a su hija, la cual tenía aún los ojos un poco rojos, y al muchacho que se encontraba unos cuantos metros más adelante, serio, quieto como una estatua.
—¿Quién eres? —le preguntó directamente a él.
—Niall.
—¿Eres el novio de mi hija? —preguntó sin poder evitar esbozar una pequeña sonrisa.
Niall miró durante unos segundos a Giselle para afirmar la respuesta, pues en esos momentos ya no sabían lo que eran. Cuando ésta se la devolvió y sus ojos contestaron, habló.
—Sí —asintió con algo de timidez.
El hombre refunfuñó por lo bajo y Elina se giró levemente hacia atrás para advertir a Robert con la mirada.
—Pasa —le dedicó una sonrisa a Niall. Parecía un muy buen chico, además de educado.
—¿Que pase? —preguntó asombrado Robert mientras contemplaba cómo su mujer entraba en la casa, y Giselle y Niall la seguían después. El chico iba algo más retardado, con pasos lentos y las manos en los bolsillos, por el hombre que se situaba ahora al lado de la puerta y lo miraba con desdén.

En el interior de la casa…
Elina les ofreció asiento a los dos. Ambos se sentaron en el mismo sofá.
—¿Queréis tomar algo? —preguntó con dulzura la mujer. No era muy mayor.
—No, gracias —contestó el chico cuyo cabello era rubio almendra. Se notó nerviosismo en su voz, y las manos, que no dejaba de moverlas y frotarlas entre sí, lo acentuaban.
Giselle no contestó, casi ni la miró, así que su madre supuso que a ella tampoco le apetecía nada. Pretendía calmar los ánimos, pero parecía no iba a ser nada fácil.
—Bueno, contadnos desde hace cuánto que os conocéis —dijo la mujer.
Giselle parpadeó con desgana lentamente sabiendo que se avecinaba un interrogatorio y que pronto su padre formaría parte de él también. Segundos después el hombre apareció en el salón y se sentó en una silla, al lado del sofá donde se acomodaba su mujer, un poco alejado de todos ellos.
—Algo más de dos semanas —contestó Niall.
—Casi tres —apostilló Giselle.
—Bueno, no es poco. —Elina esbozó una sonrisa lateral contemplándoles. Sin duda hacían una muy buena pareja. Ella había escogido a un chico educado y muy guapo. Y él, aunque hablara de su hija, a una chica preciosa y encantadora.
—¿Qué no es poco? ¡Eso no es nada! —intervino el hombre.
—Robert. —Con voz apaciguadora Elina miró a su marido, que estaba a su izquierda.
—¡Vamos, Elina! —se quejó alzando las manos. Se apoyó bruscamente en el respaldo de la silla con enfurecimiento, aunque se controlaba.
—Cuando una relación comienza, no comienza a los dos meses. Siempre están los primeros días, semanas, meses, años… Parece mentira que defiendas lo contrario, cariño. ¿Ya no te acuerdas de cuando empezamos a salir?
—¡Claro que me acuerdo! —refunfuñó—. Pero esto es distinto.
—¿Por qué iba a serlo? Tengo el mismo derecho que vosotros a enamorarme. ¿Acaso nunca me dejaréis? —pronunció Giselle.
—¡No con él! —Robert mantenía su postura inicial.
—Escuche, señora —comenzó a decir Niall mirando a la madre de la chica que estaba sentada a su lado—. Yo quiero a su hija. Y aunque salga por esa puerta —dijo señalándola con el dedo mientras miraba a la mujer— seguiré queriéndola.
La mujer esbozó una sonrisa amable y comprensiva. Robert dejó escapar un incomprensible sonido de entre sus labios.
—Y no me iré de aquí hasta aclarar las cosas —añadió el muchacho.
—Bueno, te irás cuando yo te lo diga —repuso el hombre, indignado.
—Él sabe lo que soy. —Niall la miró consternado, mientras esperaba que lo que acababa de oír hubiera sido cosa de su imaginación y no lo hubiera dicho ella de verdad.
El padre de Giselle se levantó del asiento sin apartar la vista de ellos.
—¿Cómo dices? —Estaba igual de confuso que Niall.
—Él sabe que tengo poderes.
Robert se aproximó con ímpetu a Niall y le cogió por la camiseta, alzándolo un poco del sofá.
—¡Qué le has hecho a mi hija! ¡Qué sabes! No serás uno de esos que quiere aprovecharse de ella, ¿verdad? ¡¡Contesta!! —En la última palabra lo zarandeó.
—¡Robert, déjale! —Elina se levantó y agarró a su marido por los brazos para apartarle del joven. Sus ojos brillaban con furia.
—¡Papá! —exclamó la chica. Acto seguido se acercó más a Niall y le dijo en un tono de voz bajo que si se encontraba bien. El chico asintió entre sorprendido y desconcertado, dirigiendo su mirada de vez en cuando a donde se situaba el hombre. Su mujer le obligó a sentarse de nuevo y a que se calmara.
—¡Este chaval no sabe lo que quiere!
—Déjelo ya. —La voz de Niall sonó en toda la estancia—. No pienso consentir que me falte al respeto, ni que cuestione mis sentimientos. Podrá pensar lo que quiera de mí, pero no le tolero nada más, aunque sea el padre de Giselle. Seré joven, pero mantengo la compostura mejor que usted, que desde que he aparecido no ha cesado de lanzarme miradas desde el odio. Soy persona y tengo derecho a amar igual que las demás. Lo mismo que Giselle. Esto parece de película… —Bufó y apoyó de nuevo su espalda en el sofá.
El hombre se quedó atónito con las palabras del chico. Sin duda sabía lo que quería y estaba dispuesto a discutir con él por su hija. Pero no se resignaba a aceptar su relación.
—Es cierto. Él sabe lo que soy y me acepta. Me aporta cosas que hasta ahora nadie me ha aportado —dijo con tranquilidad.
Su padre ya ni siquiera les miraba, sólo se limitaba a escuchar. Las palabras las ponía su mujer.
—Me alegro mucho por los dos. —Alcanzó la mano de Giselle y la asió con fuerza—. Siento mucho lo de Robert, Niall. Se niega a aceptar que Giselle haya crecido y deba elegir lo que quiere.
—Lo que quiere es condenarse. Quién sabe dónde andará metido este chico… —comentó con la mirada en otro lado.
—¡Ya me he condenado, papá! ¿No lo entiendes? ¡Yo misma soy una condena para mí, para él y para todos! —alzó la voz levantándose del sofá y gotas saladas empezaron a surcar sus pómulos.
Su padre la miró maravillado. Visualizando cada lágrima caer. Su enfado se esfumó por momentos y en su rostro se reflejó seriedad y tristeza. Se levantó de la silla y abrazó a su hija.
—Cariño, no digas eso. Eres una extraordinaria persona —le dijo al oído.
Padre e hija dejaron de abrazarse y Niall se levantó para acercarse hasta Giselle. La miró preguntándole con la mirada si estaba bien y la apretujó entre sus brazos fundiéndose en un apasionado y cálido abrazo. Robert y Elina observaban la escena.
Se miraron a los ojos y él le apartó las lágrimas de sus mejillas. Sin que se dieran cuenta, Elina le dirigió una mirada a Robert y fue suficiente para hacerle comprender que quizá aquel chico no era tan malo como pensaba. Giselle parecía feliz junto a él, parecía encontrar un gran apoyo a parte de su familia. El único que había conseguido que llorara su hija había sido él, al menos desde el momento en que apareció Niall frente a su casa.
El hombre quería decir algo, pero ellos continuaban abrazándose y no sabía cómo captar su atención, cómo interrumpir el cariño que se mostraban. Giselle abrió los ojos y se percató de la expresión de su padre, así que se separó de Niall y esperó a que hablara.
—Hija…, yo… Lo siento, no me he comportado como es debido —pronunció costosamente, pero con sinceridad.
Ella sonrió y le abrazó nuevamente.
—He podido comprobar que verdaderamente esto no es un amor de adolescentes, porque ya no lo sois. Ambos sois adultos y debéis ser libres de vuestros actos, hacer lo que queráis, pero ser consecuentes. Así que sólo espero que no tengáis problemas, porque ya soy uno menos. —Sonrió tenuemente, esperando la reacción de ambos, sobre todo de su hija, y fue correspondido del mismo modo.
Giselle le dio un beso en la frente, sonriente. Niall, aunque no lo exteriorizaba demasiado, estaba encantado. Para él eso significaba la aprobación de la relación por parte de su padre, la pieza más difícil de la historia. En cierto modo le agradecía todo, pues cuando Giselle salió del coche pensó que no volvería a verla. Era el final. Pero todo lo acontecido le dio la vuelta a la historia.
—Protégela. Sé que la querrás. Así que sólo te pido que la cuides. Mucho —pronunció conmocionado.
Giselle no cesaba de sonreír dichosa ante la escena.
—Bueno, esto parece una despedida —soltó bromeando Niall—. Supongo  que podré volver a entrar en esta casa, ¿no?
—Eso si no entras en la caseta del perro. —Robert lo miró en principio con severidad, pero terminó rompiendo en carcajadas. El chico, al entender que era una broma, le imitó.
—Deja de torturarle —dijo Giselle.
Niall y ella se miraron de manera cómplice. Después ella se aproximó a su madre y le dio un abrazo inclinándose sobre el sofá.
—¿Acaso os marcháis? —preguntó extrañada la mujer.
—Voy a pasar la noche en casa de Niall —mintió en parte.
Robert arqueó las cejas incrédulo y miró a su mujer, que se encogió de hombros lanzándole una sonrisa.
Giselle miró a uno y a otro, suplicante, pero con gesto suspicaz aparente, y sonrió cuando su padre asintió de parte de los dos.
—No sé a qué hora volveré mañana. Si surge algo os llamo, ¿vale? —dijo con alegría mientras se alejaba hacia la puerta de entrada dándole la mano a Niall.
Sus padres suspiraron, sin otro remedio que resignarse ante el amor, y se miraron entre ellos sin dejar de sentir alegría.

Once de la noche en el hotel…
—Hay que aprovechar que he reservado esta habitación.
La sonrisa pícara de Giselle se contagió a Niall, que estaba sentado en el borde de la cama de matrimonio. Ella se acercó pausadamente hasta él y posó sus rodillas sobre la cama, entre las piernas de él. Acercó sus labios a los suyos y se besaron. Los besos de Niall continuaron hasta el cuello de Giselle mientras ella le rodeaba con sus brazos. Le ayudó a quitarse la camiseta y la pasión y la temperatura aumentó. Los dedos de la chica castaña se deslizaron por el torso de Niall mientras él le quitaba ahora la camisa a ella. Poco a poco. Cada uno de los botones. Después esa prenda cayó al suelo despojándola del cuerpo de la bella muchacha. Al tiempo que Giselle bajaba sus manos a los pantalones de Niall, se desplazaban lentamente hasta el centro de la cama cubierta por un edredón rojo. Los besos continuaban con más pasión que antes. Las caricias se alargaban, y cuando podían sus manos desprendían una prenda más. Cuando ya no quedó nada más cubriendo sus cuerpos, todo fue cuestión de dejarse llevar por el corazón y la pasión que recorría en ese momento su interior, el uno sobre el otro.

A la mañana siguiente…
—Niall… —Los dedos de Giselle caminaban sobre el torso del chico, con serna. La chica sonreía ampliamente mirándole dormir. No hacía caso de sus llamadas. Sonrió todavía más cuando pensó que parecía un bebé. Estaba tan tranquilo… Eran tan guapo… Sin duda así estaba muy mono.
Se levantó recogiendo la ropa del suelo y se metió en el baño para vestirse. Mientras lo hacía escuchó unos ruidos fuera y pensó que ya se había despertado. Acabó rápidamente, se peinó un poco con las manos, y abrió el pestillo. Cuando abrió la puerta la persona que había frente a ella no era Niall, sino un desconocido con un pasamontañas negro cubriéndole la cara y dejando ver sus oscuros ojos.

4 comentarios:

  1. JODEEEEEEEEEEERJODERJODERJODER. ¡PERO CÓMO ME DEJAS CON ESE FINAL, MUCHACHA! ÑASLDKFLAKSDÑFS. ¡CONTINÚA YA, NO ME TORTURES CON LA ESPERA! D: (?) xDDD Vale, decirte que ya me he puesto al día con la historia y que brrrrr, no esperaba que Giselle fuera especial en ese sentido, aunque ya me avisaste de que era especial de una forma distinta. Al final Robert tenía que acceder, Giselle no es una niña :) Y bueno... ya te he dicho... ¡ése final! Brrrrrr, quiero saber qué pasa ahora.

    ¡Un beso!

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  2. JAJAJAJAJAJAJAJA Eaaa... ;)
    Me alegra que te esté gustando ^^ Gracias por comentar.
    ¡Besos!

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  3. ._.
    Y ese final?
    Nos dejas
    ASI?
    vale, esta es para matartej ajhberhjbgtyh7u yo quiero saber como continua!!! Giselle no es ninguna cria!!
    Un beso cielo!
    http://amormasalladelaunicidad.blogspot.com.es/

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  4. Muajajaja Sí :33 Pronto subiré el siguiente.
    Gracias por comentar :)
    ¡Saludos!

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