19/6/11

CAPÍTULO 5 "LA LUCHA DE LOS DARKBELLS".

Salimos de la casa tan acogedora de los Señores Twilton. Yeray no parecía contento por lo que me pasaría, y más cuando descubrí que sería él quien lo llevaría a cabo.
-Siento mucho todo esto.-pronunció con un tono de niño pequeño que tiene temor.
-No tienes que sentirlo.-le dije para quitarle su culpabilidad que tanto le atormentaba.-Yo he decidido ser uno de vosotros.
-Pero yo te traje aquí, yo te obligué de un cierto modo a que te enfrentases al ser más malvado y temido del Universo.-dijo muy triste y cabizbajo.
-Pero si no hubieses sido tú lo hubiera hecho otro…Y, sinceramente, prefiero que hayas sido tú.- le dije con una sonrisa leve para animarle. Y cierto era lo que decía.
Hubo un instante de silencio y después dijo:
-Aquí mismo… nadie nos verá y, total, es al aire libre.-parecía un poco más animado. Aunque en realidad intentaba sacar una sonrisa para aparentar que estaba bien.
Nos encontrábamos en un jardín pequeño detrás de la casa del Sr. Twilton. Allí, como bien dijo, nadie nos veía y era al aire libre.
Después de unos minutos en los que me quedé contemplando el precioso jardín lleno de narcisos, rosas, amapolas y todo tipo de hierbas que nos rodeaban, me preguntó:
-¿Estás lista?
-Claro.-dije decisivamente. En ese mismo momento noté como su mano tan suave me tocaba la frente con mucho cuidado. Después de aquello mis pies dejaron de tocar el suelo de nuevo y una especie de luz cegadora y resplandeciente empezó a rodearme. Noté una serie de pinchazos por todo el cuerpo y de repente caí al suelo. Me quede inconsciente unos minutos, después desperté con la dulce voz preocupada de Yeray, que estaba a mi lado desde que había caído.
-Clara, ¿Clara estás bien?-decía preocupado.
Y con una voz temblorosa y baja le dije:
-Estaría mejor si dejaras de preocuparte por mí.
-Es mi deber.-dijo con una sonrisa radiante que nunca le había visto hasta ahora.
Me ayudó a levantarme.
-Mírate en el reflejo de la ventana.-formuló con un tono tristón. Se refería a la ventana de la casa de Shewir y su señora, que, según le había oído al anciano decir cuando ésta entró en su habitación, se llamaba Clotilde.
Con un escalofrío recorriéndome la espalda miré y vi que estaba igual que antes solo que con alas y unos molestos colmillos que se me clavaban un poco en la carne.
-Te acostumbrarás.-me dijo.
-¿Cuánto…hace que eres un Darkbell?-le pregunté dudando de si era buena idea.
-Hace…alrededor de dos meses.-dijo mirando arriba a la izquierda y pensando.
Sólo dos meses…pensé. Eso quería decir que hace alrededor de dos meses era un chico normal, como los demás, y como yo lo era antes también.
-Y… ¿no te dejaron escoger? A mí según parece no tenía muchas opciones. O luchar o morir mortal, porque según el Sr. Twilton soy la única que la puedo vencer. Pero tú… podría haber sido otro…-dije bajando la cabeza.
-Ahora no me arrepiento de ser uno de ellos.-dijo mirándome sonriente enseñando sus afilados colmillos.-Además, según dice Shewir, me escogieron a mí porque sabían que tendría poderes especiales y que ayudaría al “salvador”.
-Pero… ¿cómo saben que soy yo?
-Porque son seres mágicos y saben que tu eres su salvadora.
-Aún así no lo entiendo…-realicé un largo suspiro.
-No hay nada que entender excepto que tienes que vencer a Hiedra y ya está.-sentenció.
Lancé otro suspiro, esta vez más corto, de resignación.
-Y… ¿tu cómo te lo tomaste?-le pregunté afligida.
-¿El qué? ¿El ser así?
-Sí, el ser un Darkbell para luchar y salvar el mundo. ¿Qué pensaste?
-Pues…en principio no me lo tomé muy bien y pensaba que era un sueño…Cuando me di cuenta que era real no me lo creía y pensé que se habían equivocado de persona, pero no fue así. A la semana ya me hice a la idea y quería luchar, no sé cómo pero quería hacerlo…en fin…supongo que el sentido de mi vida es éste, salvar el mundo y ayudarte.-pronunció finalmente resignado.
-No creo que el único sentido de tu vida sea éste. A lo mejor tiene relación pero no creo que lo sea…-dije intentando creérmelo yo misma.
Entonces el anciano apareció de repente en el jardín de la casa.
-Muchachos, ¿Qué hacéis aún aquí?-pronunció con su voz temblorosa.
-Ya nos íbamos.-sentenció Yeray.
Entonces salimos del jardín en dirección a la luz que nos había llevado al mismísimo cielo, pero, antes de atravesarla nos dijo el anciano que estaba justo detrás, a unos metros:
-Recordad que este viaje os servirá, no sólo para salvar a vuestra gente , si no para madurar y encontrarle el sentido a vuestra vida…-pronunció con una sonrisa amable que expresaba algo… algo que ni Yeray ni yo fuimos capaces de captar...
Entonces atravesamos la luz y desaparecimos. Un momento después estábamos en el suelo de la tercera planta del instituto, justo enfrente de la ventana a través de la cual momentos antes salimos volando.
Miré el reloj y me sorprendí al ver que eran las once y cuatro, más o menos la hora en que Yeray y yo salimos volando. Después le dije a Yeray enseñándole los dientes:
-¿Tengo colmillos?
-No.-dijo riendo.-Ni alas tampoco. Aquí somos normales, solo somos Darkbells en el cielo. Y lo seremos en la misión, claro está.-sentenció finalmente.
Me alegré de ser normal. De ser yo misma. Con mi pelo castaño claro por debajo de los hombros, mis ojos verdes como la hierba y un contorno dorado alrededor de la pupila; mi nariz pequeña y respingona, y mi tono de piel normal; ni pálido, ni dorado.
-¿Dese allí arriba hasta aquí no volamos?-pregunté sorprendida.
-Sí, te he traído yo. Como no sabes aún volar he preferido dejarlo para otro día. Por hoy ya basta. Lo que ocurre es que he sido rápido.-mostró su dentadura. Como respuesta le sonreí.
En ese momento apareció delante de nosotros Rebeca, mi mejor amiga. Ella tenía el pelo moreno y flequillo para el lado; unos ojos azules claros con rayitas negras, una nariz terminada en punta y un tono de piel moreno. Era una chica estupenda, sabía todos mis secretos excepto el de que soy una especie de vampiro-ángel, que, desgraciadamente, no le puedo contar. Es divertida y muy simpática, y sabía que me gustaba Yeray. Así que el hecho de que estuviéramos juntos en la puerta principal antes de empezar las clases, y al vernos ahora juntos era algo no muy normal para ella. Lo que la condujo a preguntar cuando yo me fui con ella al aparecerse y despedirme de Yeray, que se quedo allí, en frente de la ventana.
-¿Qué se supone que hacíais juntos, eh?-dijo con una sonrisilla traviesa.
No sabía que contestar… ¿qué se supone que le tengo que decir? ¿Qué me ha llevado al cielo y me he transformado en un ángel con colmillos como él? Ridículo…
En ese momento solo quería que dejase el tema, pero ella esperaba impaciente mi respuesta… “¿Qué le digo?”, pensé.

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