Mente inquieta.

Muchas preguntas me surcaron la mente, la invadieron, la llenaron, y no sabía cómo responder cada una de ellas, cuáles serían las respuestas correctas, si de verdad mis predicciones eran verdad. Porque cada vez que intentaba responder a una me surgía otra, fuera cual fuese el motivo. En el fondo sé que no estuvo mal, que recapacitar, buscar soluciones, pensar y pensar, no es nada malo, pero hay que saber cuándo parar. No puedes estar preguntándote constantemente cosas de las que sabes que no obtendrás respuesta. Pero aun así te sientes mejor al hacerlo, porque tienes la esperanza de que tus suposiciones sean verdad, de que tu capacidad haya llegado a tal conclusión. Y ahora... que ninguna de mis preguntas ni de mis respuestas me han servido de algo. Que todas estas cosas estuvieron ocupando mi cabeza y que luego se esfumaron un día, porque decidí que ya no valía la pena esforzarse tanto por conseguir respuestas de las que ni siquiera sabía cuáles eran realmente las preguntas. ¿Me estuve engañando? No, no lo creo. Pero aún así nada de lo que he hecho me ha servido de mucho. Ya da igual, luché y luché y no conseguí absolutamente nada, curioso... Bueno, quizás sí conseguí algo, el sentimiento de volver a luchar por algo que si merezca la pena, la esperanza de conseguir lo que realmente quiero. Y no me arrepiento de nada. Pero ahora... ahora estoy muy bien, estoy tranquila, mi mente prácticamente no es alterada por pensamientos dañinos. Intento ver las cosas como realmente son y de la manera más positiva. Porque eso es lo que soy, positiva. Vivo sin importarme lo que pase, afrontaré cualquier obstáculo de la mejor manera posible. Porque la vida no es más que continuas pruebas que te ponen a prueba.