11/9/11

Capítulo 10 "Gotas de lluvia".

El día posterior, por la mañana, me llegó un mensaje al móvil mientras estaba en el recreo.

¿Quieres que nos veamos?

El corazón me empezó a latir con fuerza. “¿Será él?”, pensé indecisa. Le contesté rápidamente.

¿Quién eres?

Segundos más tarde recibí su respuesta.

Es una sorpresa ;)

El corazón se me volcó. Cabía la posibilidad de que fuera él, sí, probablemente lo fuera. Julia, que había estado presenciando el momento dijo:
-Ve, quizás sea Nicolás. Y si no es márchate.-me aconsejó dulcemente. Asentí seria.

A las 6:30 en “Pequeños placeres”, le mandé. Si era él, sabría qué sitio era ése y se acordaría de que estuvimos allí.

¿Por qué no mejor en la puerta de tu casa?

Me quedé sin aliento. “¿El portal de mi casa? ¡Tiene que ser él!” Respondí cual posesa.

Vale,  allí estaré.

Tampoco tenía que esforzarme mucho, bajar unos cuantos escalones y esperar en el portal. Pero lo haría dentro, así vería a la persona que me había mandado el mensaje y si no era quien me esperaba, subiría de nuevo a casa, no sin antes despedirme aunque fuera con un gesto de mano. No era de esas que dejaban a la gente plantada sin decir palabra. O mejor, no era de esas que dejaban directamente plantada a las personas sin decir o no palabra.

Esa tarde me puse una camiseta negra de tirantes y unos vaqueros cortos, lo que llamaban shorts. Aún  hacía calor, y estaríamos así durante dos meses más, quizás menos. Cada año el invierno comenzaba antes o después, dependía. Pero por ese tiempo siempre venía bien tener una chaqueta, aunque fuera fina.

Cuando el reloj dio las seis y media, bajé y me senté cuidadosamente en las escaleras del interior del portal. Alrededor de un minuto o dos después apareció un chico, pero me daba la espalda y no veía con claridad quién era. Se giró, y por el cristal me vio, entonces yo también pude verlo.
-¿Pablo?-susurré mientras  mis cejas se fruncían de extrañez. Me saludó desde fuera felizmente.
“Ya me ha visto”, pensé. “No puedo plantarle…”, me paré a pensar unos segundos. “¡Rayos, sí que puedo! Pero no quiero, pobrecillo…” Me levanté de los fríos escalones de mármol y, dirigiéndome a la puerta, la abrí y saludé a Pablo.
-Estás preciosa.-me sonrió pícaramente. Lo ignoré completamente.-Perdón, lo eres.
-¿Cómo has conseguido mi número?
-Se lo pedí a Jennifer.-contestó tranquilamente.
-La mato…-murmuré. Cerré la puerta y decidí que la mejor opción era aceptar el hecho de haber quedado con él, sabiendo o no quién era. Si hubiera sido un desconocido estaba segurísima que mis pies hubieran ido subiendo escalones y me hubieran llevado hasta la habitación de mi casa, sin dar explicaciones.

Cuando nos aproximábamos al centro de la ciudad su mano me rodeó la cintura.
-¿Qué haces?-le dije.
-Darte cariño.-me guiñó un ojo.
-¡Oh, eres un idiota!-le di con el bolso marrón que llevaba, el de siempre, en el brazo con el que me había estado rodeando la cintura y volví por donde mis pasos me habían traído. Me giré y vi que seguía donde lo había plantado. “Parecía que le importaba… Bueno, así le será menos duro” Pero me detuve, me sentía culpable. Algo en mi interior me decía que no lo dejara ahí. “Maldito remordimiento”. Me giré, y ya no estaba. “¿Qué? No puede ser. Hace escasos segundos estaba aquí”. Mis ojos lo buscaron pero no lo encontraron, me giré para volver a casa y…
-¡AH!-grité.
-Ya sé que soy feo, pero tanto…-bromeó. Me reí, porque no se había ido, seguía igual de contento que antes, y porque su comentario tenía puntillo, todo hay que decirlo.
-Bueno, ¿damos una vuelta o no?- le tiré de la manga.
-¡Claro!-expresó.- ¿Dónde quieres que vayamos?
-Me da igual.
-Al parque.-dijo mientras me sonreía.

Cuando llegamos se sentó en un banco. En el banco donde me besé por primera vez con Nicolás. “¿Qué tendrá este dichoso banco?”, pensé descontenta. Pero a pesar de ello me senté, debía ocultar mi incomodidad.  Aún así parecía difícil.
-¿Te pasa algo?-me preguntó preocupado. Sus ojos marrones se mostraban desconcertados.
-No, nada.-miré el suelo, triste. No podía ocultarlo, aquello me traía muchos recuerdos.
-Sé que no querías quedar conmigo. Por eso planeé esto, sabía que no serías capaz de plantarme, porque eres demasiado buena.-me acarició mi mano y me miró dulcemente, después se levantó.-Veo que no pinto nada, siento haberte molestado.-cogió su chaqueta que desde que habíamos llegado había permanecido tirada en el banco, a su otro lado.
-No es eso Pablo.-ni siquiera le miré. Eran esos momentos en los que no te sientes capaz de sostener una mirada sin echar a llorar, que aunque deseas plantar cara y decir las cosas tranquilamente, no puedes.
-¿Entonces? Bueno, déjalo.-empezó a caminar, pero su comportamiento era sincero, iba en serio, no era puro teatro.
-Pablo.-le llamé aún sentada. Se giró.-Este lugar me trae recuerdos, recuerdos buenos que me vuelcan el corazón.-me sinceré.

7 comentarios:

  1. Hola!
    Con esto de mis vacaciones no he podido pasarme antes. Me encantaron los capitulos anteriores y este que no pude leer, me tienes enganchada. Avisame cuando subas el sigueinte por favor(:
    Otra cosa, gracias por el premio que me otrogaste:) pasate por mi blog porque yo tb te he otorgado alguno que otro (:
    Un beso!

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  2. Sabía que iba a ser él, lo sabía. Me gusta mucho este chico... Se le ve tan bueno... no sé, cosas mías, supongo.
    Besos con sueños hechos realidad.

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  3. María: ¡Gracias! :D
    De nada :) Luego me paso ^^
    Besos.
    Andrea: Bueno, sólo falta ver cómo se desarrollan las cosas ;)
    Besos.

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  4. Hay lugares mágicos (en este caso el banco) que nos invade de buenos sentimientos y recuerdos.
    Me gusta mucho Pablo ^^

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  5. Sí :) Porque aunque las cosas ya hayan pasado, aún quedan los recuerdos.
    ¿Sí? Bueno, parece que Pablo está triunfando jajaja Veremos a ver qué pasa en los siguientes capítulos ;)

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  6. Muchísimas gracias por leer y comentar mi historia, yo también te estaré leyendo :)

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