Una mañana cualquiera…
Niall se levantó y, como solía hacer
habitualmente para estar energético todo el día, se preparó un café y se
acomodó en el sofá. Hacía alrededor de dos semanas que no sabía nada de
Giselle. La había llamado en numerosas ocasiones y enviado mensajes, pero no
había obtenido respuesta alguna. Había perdido la cuenta de las veces que había
intentado contactar con ella. No entendía qué había ocurrido. Todo había ido
bien hasta que la besó. No sabía por qué no quería verle y lo evitaba. ¿Acaso
había hecho algo mal? Llegó un momento en el que se desesperó y dudó si ir a
verla a su casa o no, pero prefirió esperar unos días para ver si ella no se hacía de rogar. No
quería presionarla demasiado, pero necesitaba respuestas. Además estaban sus
padres, y se suponía que no debía verse con desconocidos y tampoco que la visitasen.
Pero ¿él era un desconocido? La sobreprotegían y no dejaban que cometiera sus
propios errores. Los humanos los cometen.
Daba golpecitos con un dedo sobre la
superficie de la taza, pensativo, inquieto, dudoso. Soltó un largo suspiro y le
dio otro largo sorbo al café. Otro más, ininterrumpido, y se lo acabó. Sostuvo
unos minutos la taza entre sus manos hasta que se levantó para dejarla en el
fregadero de la cocina y subió las escaleras.
Minutos después…
Bajó por éstas apresuradamente y
cogió las llaves de encima de mesita. Al llegar al portal del edificio paseó
unos momentos por la calle hasta encontrar su coche y se metió en él. Con el
motor en marcha circuló por la carretera parándose intranquilo frente a los
semáforos en rojo, golpeando con los dedos índices el volante. Finalmente llegó
a su destino. Bajó del coche algo nervioso y cerró la puerta del conductor
centrando su vista en el lugar al que había llegado. Reunió las energías que le
había proporcionado el café de esa mañana y valor.
Se acercó con las manos en los
bolsillos hasta el porche y tardó unos segundos en tocar a la puerta mediante
una serie de golpes sucesivos. Esperó impaciente, cada vez más nervioso y menos
convencido de la idea de haber ido. Instantes después la puerta por fin se
abrió dejando ver unos ojos marrones. Se cerró de nuevo, se oyó un sonido que
provenía del interior, el pestillo, y se volvió a entreabrir.
—Hola —dijo únicamente Niall
esperando la reacción de la chica.
—Hola —dijo ella asomada desde detrás
de la puerta como si quisiera esconderse de él.
— ¿Podemos hablar?
—Creo que no es buen momento…
—contestó ella.
— ¿Y cuándo lo será, Giselle? —dijo
él indignado alzando levemente los brazos. Ella apartó los ojos de él, con la
mano en el borde de la puerta, y dudó unos instantes sin saber qué decir y qué
hacer—. ¡Llevas semanas sin responder a mis llamadas y mensajes! —exclamó con
tono entristecido—. ¿Qué pretendes? ¿Que no vuelva a verte? ¡Dímelo y así será!
¡Pero dímelo antes de que me vuelva loco!
—Niall… esto no es fácil para mí…
—dijo ella suavemente, sin mirarle. Aunque él no lo supiera o no lo viera, ella
estaba dolida por dentro.
—Ya veo —dijo él todavía enfadado.
Buscaba su mirada, con ojos
chispeantes, y ella la evitaba.
— ¿Son tus padres? ¿No te dejan
verme? —preguntó mirando por donde pudo hacia el interior de la casa.
—No, no son mis padres.
— ¿Entonces? —Niall se dio por
vencido y alzó los brazos dejándolos caer después y chocando con su cuerpo. Su
tono sonó más apagado.
Ella respiró profundamente y
contestó.
—Soy yo.
— ¿Tú? —Niall entrecerró los ojos y
frunció el entrecejo. Estaba confuso, no entendía nada.
Giselle se asomó más y miró a un lado
y a otro para asegurarse de que no había nadie por allí.
—No deberíamos hablar aquí. Vayamos a
un sitio más tranquilo —dijo bajando su tono de voz y asegurándose de que nadie
les escuchaba.
Niall se resignó y soltó un suspiro.
—Está bien.
La chica cogió en un momento las
llaves y salió de la casa. Él la acompañó hasta el coche abriendo la puerta del
copiloto y permitiéndole sentarse, después la cerró como si se tratase del
chófer y rodeó lo que necesitó el vehículo hasta situarse frente al volante. Lo
arrancó y tomaron la dirección que la chica le indicó.
Cuando llegaron salieron casi al
mismo tiempo. Habían salido de la ciudad hasta llegar a un riachuelo. Todo lo
que le rodeaba eran árboles y hierba. Bajando una pequeña cuesta se sentaron
frente al agua cristalina que permitía ver las siluetas de algunos peces.
—Hacía tiempo que no venía por aquí.
Antes venía con mis padres, cuando era más pequeña, y hacíamos un picnic por
esta zona. Por ese entonces en este lugar había gente, aunque claro, era verano
cuando veníamos. Todavía no lo es —explicó con melancolía. Niall la escuchaba
atentamente, callado.
— ¿Por qué dejaste de venir?
—Por una serie de acontecimientos que
me cambiaron la vida… Mis padres desde entonces no dejaban que fuera sola.
Tampoco podía… —Sus ojos resplandecían—. Siempre me sentía muy bien aquí. Me
gustaba venir y respirar aire fresco, oler la hierba mojada, escuchar el agua
correr… Me sentía tranquila —dijo—. Ahora que estoy contigo todavía más.
Estamos solos, sin ruidos, sin nadie que nos pueda molestar. Sólo nosotros,
nuestras voces y la naturaleza —sonrió débilmente.
Niall la miraba tristemente. Podía
ver en sus ojos que su vida no era como ella la querría, y eso le hacía
sentirse mal.
— ¿Y qué es lo que cambió? —se
atrevió a preguntar el muchacho.
—Todo. —Giselle intentó reprimir sus
lágrimas, pero no pudo. Escondió su rostro sobre las rodillas, rodeadas por sus
brazos, para que Niall no la viera así y poder desahogarse mejor.
Él se acercó más a ella y la rodeó
con los suyos, transmitiéndole su calor y dulzura.
Tras unos minutos ascendió su cabeza
dejando ver un rostro afligido, sonrojado y mojado, y Niall notó un pinchazo en
el pecho al verla. Le acarició con una mano el rostro, secándolo cuando sus
dedos se encontraban con las lágrimas ya derramadas. Ella no se resistió más y se
acercó de repente a él para besarle intensamente.
—Yo no soy como las demás —dijo casi
musitando, con ambos rostros muy cerca.
—No, en eso tienes razón. Eres
especial —pronunció Niall en voz baja también. Posó una mano sobre el rostro de
ella, contemplándolo atentamente. Para él era preciosa.
—No… No lo entiendes —dijo apartando
con suavidad la mano de su faz.
— ¿El qué tengo que entender? Te
quiero tal y como eres, Giselle. Eso no cambiará.
Ella giró la cabeza hacia el otro
lado.
—No debería haber permitido que
ocurriera esto. Llegar a este extremo. No me conoces. No me querrás cuando lo
hagas —negó con la cabeza.
— ¿Pero por qué dices eso? Es cierto
que no nos conocemos desde hace mucho, que todavía quedan muchas cosas que
compartir, pero… inexplicablemente me has hecho sentir cosas que no he sentido.
Pareceré estúpido diciendo esto seguramente, pero es así —explicó—. Uff… —resopló
y con las manos se agarró el pelo inclinando su cabeza. Sus codos se apoyaban sobre
las piernas flexionadas.
— ¿Recuerdas que te dije que mis
padres me vigilan casi constantemente? —soltó de repente. Niall elevó la cabeza
súbitamente, con las manos todavía en el cabello, centrando en ella su mirada.
—Sí.
—Necesitan protegerme de… cierta
gente —intentó explicar.
— ¿Qué gente? —preguntó Niall
empezando a preocuparse.
La chica cogió aire y lo expulsó
ruidosamente.
—Hay personas que querrían
aprovecharse de mí, de lo que poseo por naturaleza. Sí, es cierto que soy
especial, pero no de la manera que crees… —hizo una breve pausa—. Yo…
— ¿Tú…? —El interés de Niall
aumentaba por momentos. ¿Qué ocurría? ¿Por qué no se lo decía de una vez?
Le miró un instante, entre asustada
por lo que pudiera pensar y decidida.
— ¿Ves ese pájaro que vuela?
—preguntó mirando al frente, ligeramente hacia arriba.
—Sí —respondió observándolo también.
El pájaro se acercaba, volando sobre
los árboles.
—Esto es lo que soy.
Alargó el brazo, enseñando la palma
de la mano, y el pájaro se inmovilizó en el aire. Niall se quedó sin palabras.
Contemplaba con la boca abierta el suceso, al pájaro quieto como una estatua
que todavía flotaba en el aire. Quiso decir algo, aunque no sabía exactamente
el qué, pero finalmente no pudo pronunciar palabra.
—Soy diferente. No por ello me
considero un monstruo, pero no puedo pensar que soy como los demás. Por eso mi
familia me protege, por eso no quiero mezclarte en esto. No estoy hecha para
ti, y seguramente para nadie.
—En eso te equivocas —pronunció al
fin, dirigiendo su mirada a la mujer que se sentaba a su lado. Porque eso era,
una mujer—. Piensas que no encajas en este mundo, pero no es así… —asió su
rostro entre sus manos—. Estás hecha para mí, entonces… —Y la besó nuevamente.
Sus labios se separaron, pero volvieron a unirse cada vez con más intensidad.
Sus frentes quedaron pegadas mientras se miraban. A Giselle se le escaparon
algunas lágrimas.
—Pero mis padres querrán conocerte cuando
sepan lo que sabes. Querrán que no digas nada y te obligarán a que me protejas
una vez sepan que eres bueno y honesto. Te condenaré toda tu vida…
—No digas eso. —Sus manos continuaban
en el rostro de ella. Cada lágrima que descendía la secaba con los pulgares—.
No tienen por qué saberlo.
—La mentira los enfurecería. Quieren que
les sea sincera siempre para poder protegerme.
Comenzó a sollozar, lo que partió el
corazón de Niall que intentaba consolarla con su presencia.
—Si te he contado esto es porque he empezado a sentir algo y confío en ti, y para que sepas que cuanto más lejos estés de mí más a
salvo estarás. Podrían hacerte daño… Por eso no respondía a tus llamadas. El
beso… fue el mejor de toda mi vida, pero no podía dejar que esto continuara. Ni
puedo. Entiéndelo, por favor… —sollozada ruidosamente, dejando escapar todas
las lágrimas que necesitaban salir, desesperándose. Aquello se le había ido de
las manos.
Ahora todo se complicaría más y no
sabían cuánto…
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