22/7/12

Especial: Capítulo 5. Especial

Una mañana cualquiera…
Niall se levantó y, como solía hacer habitualmente para estar energético todo el día, se preparó un café y se acomodó en el sofá. Hacía alrededor de dos semanas que no sabía nada de Giselle. La había llamado en numerosas ocasiones y enviado mensajes, pero no había obtenido respuesta alguna. Había perdido la cuenta de las veces que había intentado contactar con ella. No entendía qué había ocurrido. Todo había ido bien hasta que la besó. No sabía por qué no quería verle y lo evitaba. ¿Acaso había hecho algo mal? Llegó un momento en el que se desesperó y dudó si ir a verla a su casa o no, pero prefirió esperar unos días para ver si ella no se hacía de rogar. No quería presionarla demasiado, pero necesitaba respuestas. Además estaban sus padres, y se suponía que no debía verse con desconocidos y tampoco que la visitasen. Pero ¿él era un desconocido? La sobreprotegían y no dejaban que cometiera sus propios errores. Los humanos los cometen.
Daba golpecitos con un dedo sobre la superficie de la taza, pensativo, inquieto, dudoso. Soltó un largo suspiro y le dio otro largo sorbo al café. Otro más, ininterrumpido, y se lo acabó. Sostuvo unos minutos la taza entre sus manos hasta que se levantó para dejarla en el fregadero de la cocina y subió las escaleras.

Minutos después…
Bajó por éstas apresuradamente y cogió las llaves de encima de mesita. Al llegar al portal del edificio paseó unos momentos por la calle hasta encontrar su coche y se metió en él. Con el motor en marcha circuló por la carretera parándose intranquilo frente a los semáforos en rojo, golpeando con los dedos índices el volante. Finalmente llegó a su destino. Bajó del coche algo nervioso y cerró la puerta del conductor centrando su vista en el lugar al que había llegado. Reunió las energías que le había proporcionado el café de esa mañana y valor.
Se acercó con las manos en los bolsillos hasta el porche y tardó unos segundos en tocar a la puerta mediante una serie de golpes sucesivos. Esperó impaciente, cada vez más nervioso y menos convencido de la idea de haber ido. Instantes después la puerta por fin se abrió dejando ver unos ojos marrones. Se cerró de nuevo, se oyó un sonido que provenía del interior, el pestillo, y se volvió a entreabrir.
—Hola —dijo únicamente Niall esperando la reacción de la chica.
—Hola —dijo ella asomada desde detrás de la puerta como si quisiera esconderse de él.
— ¿Podemos hablar?
—Creo que no es buen momento… —contestó ella.
— ¿Y cuándo lo será, Giselle? —dijo él indignado alzando levemente los brazos. Ella apartó los ojos de él, con la mano en el borde de la puerta, y dudó unos instantes sin saber qué decir y qué hacer—. ¡Llevas semanas sin responder a mis llamadas y mensajes! —exclamó con tono entristecido—. ¿Qué pretendes? ¿Que no vuelva a verte? ¡Dímelo y así será! ¡Pero dímelo antes de que me vuelva loco!
—Niall… esto no es fácil para mí… —dijo ella suavemente, sin mirarle. Aunque él no lo supiera o no lo viera, ella estaba dolida por dentro.
—Ya veo —dijo él todavía enfadado.
Buscaba su mirada, con ojos chispeantes, y ella la evitaba.
— ¿Son tus padres? ¿No te dejan verme? —preguntó mirando por donde pudo hacia el interior de la casa.
—No, no son mis padres.
— ¿Entonces? —Niall se dio por vencido y alzó los brazos dejándolos caer después y chocando con su cuerpo. Su tono sonó más apagado.
Ella respiró profundamente y contestó.
—Soy yo.
— ¿Tú? —Niall entrecerró los ojos y frunció el entrecejo. Estaba confuso, no entendía nada.
Giselle se asomó más y miró a un lado y a otro para asegurarse de que no había nadie por allí.
—No deberíamos hablar aquí. Vayamos a un sitio más tranquilo —dijo bajando su tono de voz y asegurándose de que nadie les escuchaba.
Niall se resignó y soltó un suspiro.
—Está bien.
La chica cogió en un momento las llaves y salió de la casa. Él la acompañó hasta el coche abriendo la puerta del copiloto y permitiéndole sentarse, después la cerró como si se tratase del chófer y rodeó lo que necesitó el vehículo hasta situarse frente al volante. Lo arrancó y tomaron la dirección que la chica le indicó.

Cuando llegaron salieron casi al mismo tiempo. Habían salido de la ciudad hasta llegar a un riachuelo. Todo lo que le rodeaba eran árboles y hierba. Bajando una pequeña cuesta se sentaron frente al agua cristalina que permitía ver las siluetas de algunos peces.
—Hacía tiempo que no venía por aquí. Antes venía con mis padres, cuando era más pequeña, y hacíamos un picnic por esta zona. Por ese entonces en este lugar había gente, aunque claro, era verano cuando veníamos. Todavía no lo es —explicó con melancolía. Niall la escuchaba atentamente, callado.
— ¿Por qué dejaste de venir?
—Por una serie de acontecimientos que me cambiaron la vida… Mis padres desde entonces no dejaban que fuera sola. Tampoco podía… —Sus ojos resplandecían—. Siempre me sentía muy bien aquí. Me gustaba venir y respirar aire fresco, oler la hierba mojada, escuchar el agua correr… Me sentía tranquila —dijo—. Ahora que estoy contigo todavía más. Estamos solos, sin ruidos, sin nadie que nos pueda molestar. Sólo nosotros, nuestras voces y la naturaleza —sonrió débilmente.
Niall la miraba tristemente. Podía ver en sus ojos que su vida no era como ella la querría, y eso le hacía sentirse mal.
— ¿Y qué es lo que cambió? —se atrevió a preguntar el muchacho.
—Todo. —Giselle intentó reprimir sus lágrimas, pero no pudo. Escondió su rostro sobre las rodillas, rodeadas por sus brazos, para que Niall no la viera así y poder desahogarse mejor.
Él se acercó más a ella y la rodeó con los suyos, transmitiéndole su calor y dulzura.
Tras unos minutos ascendió su cabeza dejando ver un rostro afligido, sonrojado y mojado, y Niall notó un pinchazo en el pecho al verla. Le acarició con una mano el rostro, secándolo cuando sus dedos se encontraban con las lágrimas ya derramadas. Ella no se resistió más y se acercó de repente a él para besarle intensamente.
—Yo no soy como las demás —dijo casi musitando, con ambos rostros muy cerca.
—No, en eso tienes razón. Eres especial —pronunció Niall en voz baja también. Posó una mano sobre el rostro de ella, contemplándolo atentamente. Para él era preciosa.
—No… No lo entiendes —dijo apartando con suavidad la mano de su faz.
— ¿El qué tengo que entender? Te quiero tal y como eres, Giselle. Eso no cambiará.
Ella giró la cabeza hacia el otro lado.
—No debería haber permitido que ocurriera esto. Llegar a este extremo. No me conoces. No me querrás cuando lo hagas —negó con la cabeza.
— ¿Pero por qué dices eso? Es cierto que no nos conocemos desde hace mucho, que todavía quedan muchas cosas que compartir, pero… inexplicablemente me has hecho sentir cosas que no he sentido. Pareceré estúpido diciendo esto seguramente, pero es así —explicó—. Uff… —resopló y con las manos se agarró el pelo inclinando su cabeza. Sus codos se apoyaban sobre las piernas flexionadas.
— ¿Recuerdas que te dije que mis padres me vigilan casi constantemente? —soltó de repente. Niall elevó la cabeza súbitamente, con las manos todavía en el cabello, centrando en ella su mirada.
—Sí.
—Necesitan protegerme de… cierta gente —intentó explicar.
— ¿Qué gente? —preguntó Niall empezando a preocuparse.
La chica cogió aire y lo expulsó ruidosamente.
—Hay personas que querrían aprovecharse de mí, de lo que poseo por naturaleza. Sí, es cierto que soy especial, pero no de la manera que crees… —hizo una breve pausa—. Yo…
— ¿Tú…? —El interés de Niall aumentaba por momentos. ¿Qué ocurría? ¿Por qué no se lo decía de una vez?
Le miró un instante, entre asustada por lo que pudiera pensar y decidida.
— ¿Ves ese pájaro que vuela? —preguntó mirando al frente, ligeramente hacia arriba.
—Sí —respondió observándolo también.
El pájaro se acercaba, volando sobre los árboles.
—Esto es lo que soy.
Alargó el brazo, enseñando la palma de la mano, y el pájaro se inmovilizó en el aire. Niall se quedó sin palabras. Contemplaba con la boca abierta el suceso, al pájaro quieto como una estatua que todavía flotaba en el aire. Quiso decir algo, aunque no sabía exactamente el qué, pero finalmente no pudo pronunciar palabra.
—Soy diferente. No por ello me considero un monstruo, pero no puedo pensar que soy como los demás. Por eso mi familia me protege, por eso no quiero mezclarte en esto. No estoy hecha para ti, y seguramente para nadie.
—En eso te equivocas —pronunció al fin, dirigiendo su mirada a la mujer que se sentaba a su lado. Porque eso era, una mujer—. Piensas que no encajas en este mundo, pero no es así… —asió su rostro entre sus manos—. Estás hecha para mí, entonces… —Y la besó nuevamente. Sus labios se separaron, pero volvieron a unirse cada vez con más intensidad. Sus frentes quedaron pegadas mientras se miraban. A Giselle se le escaparon algunas lágrimas.
—Pero mis padres querrán conocerte cuando sepan lo que sabes. Querrán que no digas nada y te obligarán a que me protejas una vez sepan que eres bueno y honesto. Te condenaré toda tu vida…
—No digas eso. —Sus manos continuaban en el rostro de ella. Cada lágrima que descendía la secaba con los pulgares—. No tienen por qué saberlo.
—La mentira los enfurecería. Quieren que les sea sincera siempre para poder protegerme.
Comenzó a sollozar, lo que partió el corazón de Niall que intentaba consolarla con su presencia.
—Si te he contado esto es porque he empezado a sentir algo y confío en ti, y para que sepas que cuanto más lejos estés de mí más a salvo estarás. Podrían hacerte daño… Por eso no respondía a tus llamadas. El beso… fue el mejor de toda mi vida, pero no podía dejar que esto continuara. Ni puedo. Entiéndelo, por favor… —sollozada ruidosamente, dejando escapar todas las lágrimas que necesitaban salir, desesperándose. Aquello se le había ido de las manos.
Ahora todo se complicaría más y no sabían cuánto…

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