13/7/12

Especial: Capítulo 4. Algo más

Al día siguiente…
Se inclinó sobre el lavabo y se refrescó el rostro, despejándose así mejor del sueño. Se contempló en el reflejo y se dedicó una sonrisa, seguro de sí mismo. De camino a la cocina escuchó sonar su móvil. En la pantalla aparecía el nombre “Giselle”. Sonrió tímidamente y lo cogió.
—Hola.
—Hola —repitió ella. Su voz, naturalmente, sonaba más extraña de lo habitual—. ¿Te apetecería que diésemos una vuelta esta tarde? Aunque te aviso que no puedo volver muy tarde.  Se supone que tendría que estar en casa practicando piano.
— ¿Tocas el piano?
—Sí. —Una risita sonó al otro lado de la línea.
—Eso me gustaría escucharlo yo… —dijo Niall con anhelo, deseoso de escucharla tocar.
—Algún día... O esta tarde...
—Entonces quedamos en eso —dijo apresuradamente. Ella no pudo evitar reír.
— ¿A las seis en la plaza de ayer?
—Allí nos veremos. —Y algo surgió en el interior de Niall, un cosquilleo en el estómago.
—Vale —pronunció ella con un tono de voz dulce que sacudió el pecho del chico—. ¡Nos vemos esta tarde, entonces!
—Adiós. —Y él se aseguró de que ella colgaba primero para evitar hacerle un feo. Después pulsó el botón rojo para volver al menú principal. Sostuvo unos instantes el aparato en su mano, pensativo, y lo dejó en la mesita que se situaba entre el sofá y la televisión. Saltó de alegría enseñando el puño y, como si tal cosa, se dirigió tranquilo a la cocina para tomarse el café de ayer.

Esa tarde…
Paseaban por un parque céntrico de la ciudad. Parejas se acomodaban en los bancos y hablaban entre ellas o se besaban cariñosamente. Giselle sostenía su bolso entre las manos, pegado al abdomen.
— ¡Oh, mierda! Espera —dijo ella alzando del suelo un pie. Niall paró y se giró hacia la chica—. Creo que me han entrado algunas chinas —añadió quitándose la sandalia y sacudiéndola en el aire.
Cuando se la volvió a poner perdió el equilibrio y su cuerpo se ladeo hacia un lado a punto de caer. Niall reaccionó rápidamente y la agarró por los brazos, ayudándola a incorporarse y tenerse en pie.
—Cuidado —dijo él casi susurrando. Ella enrojecía por momentos.
—Lo siento, soy una torpe —dijo tímidamente, incapaz de mirarle a los ojos.
—No pasa nada —pronunció Niall afablemente.

Minutos  después…
Se habían sentado en un banco. Charlaban sobre lo bien que se estaba allí, contaban anécdotas, reían, se sonreían mutuamente. Cosas sin importancia aparentemente pero que conseguían hacerles dichosos.
— ¿Y cuándo decías que me enseñarías lo bien que tocas el piano? —preguntó Niall. La chica rió.
—Bueno, creo que no hay nadie en mi casa —contestó—. ¿Te sirve? —mostró una sonrisa y arqueó las cejas burlonamente.
Niall dudó graciosamente unos segundos, haciendo gestos raros que hacían reír a Giselle, y eso le gustaba.
—Sí, creo que me vale —contestó  haciéndose el interesante, con una mano en la barbilla. Se miraron un momento a los ojos, dejando atrás las risas. Apartaron la mirada a la vez instintivamente y se levantaron del banco intentando disimular la rapidez con que lo habían hecho.
Posteriormente caminaron pausadamente hasta la casa de Giselle.
—Bonita casa —comentó Niall elevando la cabeza.
No vivía en comunidad sino en una casa de dos pisos con terraza.
—Gracias.
Sacó las llaves y abrió dejando paso primero a Niall para luego pasar ella.
Niall, asombrado, contemplaba la maravillosa casa.
—Permíteme repetirte que tienes una casa muy bonita.
Cuando divisó el piano se aproximó y rozó sus dedos con la negra y brillante superficie. Giselle se acercó por detrás y, con una sonrisa que mostraba un ápice de timidez, levantó la tapa y se acomodó en la silla sin respaldo de terciopelo rojo. Él, a su lado, en pie, contemplaba la manera en que ella respiraba profundamente y cerraba los ojos con el fin de relajarse y dejar llevar sus dedos sobre las blancas teclas.
—Estoy algo nerviosa —confesó.
Niall hizo ademán de sonreírle, pero no lo hizo en su totalidad para que ella se sintiera más relajada, en el silencio.
Se decidió por fin a tocar posando sus dedos sobre las teclas correspondientes que daban comienzo a la música que interpretaría. Cuando comenzó, Niall escuchaba atento, alternando con su mirada manos y rostro de la chica. Realmente lo hacía fenomenal. Sus dedos prodigiosos se posaban suavemente sobre las teclas, uno de sus pies subía y bajaba, y la música se expandía por la habitación. Para él era música celestial. Le fascinaba. Tanto ella y su manera de tocar como la música que hacía sonar. Maravilloso.
Y no lo pudo resistir. Posó una de sus manos afectivamente sobre otra de Giselle y esta dejó de tocar, mirándole entre sorprendida y desconcertada. Él se inclinó acercándose más a ella, a su rostro. Ella le miraba extasiada. Poco a poco iban cerrando los ojos, dejándose llevar. A unos centímetros los volvieron a abrir tenuemente, lanzándose una última mirada. Entonces él unió sus labios a los suyos. La chica apartó sus manos del piano y las puso en la nuca de Niall, sin este quitar la suya de donde la había colocado antes.
Separaron sus labios y se miraron a los ojos. Ambos confusos por saber qué había pasado. Lentamente, ella apartó las manos de la nuca y Niall se puso erguido en su totalidad.
—Y-yo… —intentó decir el muchacho.
Ella permanecía en el mismo estado en que había estado segundos antes de besarla. Él comprendió que quizá no había estado bien lo que había hecho. Pero se dejó llevar por lo que sentía y en fondo el arrepentimiento surgía por la expresión de la chica, que no dijo nada hasta pasados varios y largos segundos.
—Creo que… deberías irte —frunció ligeramente el entrecejo, confusa aún. Tras sus palabras, alzó la vista y le miró. En su interior sentía verdadera tristeza. No quería hacer lo que hacía, pero creía que era su deber. Lo correcto para ambos. No pretendía ser egoísta.
Niall, sumiso, abandonó la estancia y se encaminó sin compañía a la puerta. La abrió mirándola después a ella, que permanecía sentada todavía. Inmóvil.
Aquella última mirada a la chica que había besado y salió por la puerta cerrándola tras de sí. Al salir corría algo de aire e inspiró profundamente, mirando al frente. Expiró en forma de suspiro y empezó a caminar rumbo a casa. La tarde le había parecido corta, ya que aún eran las siete y media, aunque intensa. En el fondo, no se arrepentía de lo que había hecho pues no veía error alguno en un beso que salía del alma. Y creía pensar que a ella tampoco le molestaba eso. Y no se equivocaba. Porque aunque en el fondo no debiera, a ella le hubiera gustado que aquel beso continuara hasta que sus labios se cansasen.

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